TESTIMONIO PROVIDA: CARTA A UN HIJO ANENCEFÁLICO.
Carta a Marcelo Andrés
Carola García de Capelo
"Dios es Amor, y el que permanece en el Amor, permanece en Dios y Dios en él." (1 Juan 4:16)
A nuestro regreso de un viaje que hicimos a finales del mes de marzo, con Luis, tu papá, nos enteramos que Dios nos había entregado una nueva bendición para nuestro hogar. Para entonces yo tenía cerca de dos meses de embarazo. Con mucha alegría le contamos la nueva buena a tu hermana Valeria (1 año y 5 meses), quien a su manera se mostró muy contenta. Tal como lo hicimos con tu hermanita, comenzamos a darte todas las atenciones que necesitabas para que fueras creciendo sano y fuerte. Al día siguiente que nos enteramos, fuimos con tu papi a Misa en la Iglesia de la Parroquia San Antonio María Claret, para darle gracias al Señor por tu presencia en nuestras vidas. Al terminar nos acercamos hacia la Virgen de la Buena Esperanza, y te encomendamos a Ella, pidiéndole que desde ese día te protegiera, te llenara de bendiciones y, sobre todo, te guiara por el camino que lleva a Nuestro Señor Jesucristo.
El 26 de junio acudimos a la cita mensual con el ginecólogo, cuando yo tenía 4 meses de embarazo. Era una cita algo especial, porque íbamos a conocer tu sexo. La cita se desarrolló normal, hasta que el doctor comenzó a hacer la ecografía. Con tu papi comenzamos a sentirnos nerviosos e inquietos, porque el doctor había cambiado de semblante en su rostro. Luego de unos minutos nos dijo que algo andaba mal y nos explicó que no se había cerrado el tubo neural. Te diagnosticó con “anencefalia” (ausencia del cerebro). Los dos nos quedamos desconcertados, jamás nos imaginamos que algo así te podía pasar. Nos explicó el diagnóstico, indicándonos que los bebés anencefálicos son bebés no viables, y que fallecen luego de unas horas de haber nacido.
El dolor en nuestros corazones fue muy fuerte. Nos sentimos angustiados y nerviosos. Como en todas las citas, nos había acompañado Valeria, y ella de alguna manera sabía que algo les pasaba a papá y mamá. Al terminar la cita, el doctor nos dijo que sea cual sea nuestra decisión, él nos apoyaría. Al entrar al auto, tu papi y yo nos pusimos a llorar mucho por lo que estábamos pasando. Tratábamos de encontrar una explicación pero no la teníamos. Ambos necesitábamos estar cerca de Dios y de la Virgen y por eso decidimos ir a visitar a nuestro director espiritual. Sus palabras nos tranquilizaron, más que nada porque sentimos que era Dios quien nos las decía y nos hacía sentir que no estábamos solos y que siempre íbamos a tener la compañía de Nuestra Santísima Madre, la Virgen María. Esto nos ayudó a entender las gracias que habíamos recibido.
Así también tuvimos la gracia de conversar con otro sacerdote amigo, quien nos dio ánimos. Nos habló sobre el Amor del cual teníamos que llenarnos para ser fuertes y la serenidad y madurez de la fe que el Señor nos quería dar por medio de la cruz.
En ningún momento nos pasó por la mente la posibilidad de interrumpir el embarazo. Al contrario, nosotros sentíamos que el Señor esperaba de nosotros un “Sí, Padre”, aunque en ese momento lo que más me angustiaba era no saber cómo podría soportar el sentir tus movimientos y saber que estabas vivo y que al final no te podría tener conmigo.
A medida que nuestros familiares y amigos más cercanos se fueron enterando del diagnóstico, comenzamos a sentir la presencia de Nuestro Señor, que se reflejaba en el amor que ellos nos entregaban, acompañándonos desde ese día con sus oraciones. Algunos nos dijeron que nuestra decisión era un acto de valentía, que era un sacrificio. Pero nosotros lo sentimos como un acto de fe, como una respuesta a ese Credo que profesamos y que cada domingo lo confirmamos en la Santa Misa.
Al pasar los días y estar más tranquilos, comprendimos que los siguientes 5 meses iban a ser difíciles, pero con tu papi los hemos vivido como todos los padres que esperan la llegada de su hijo. Sólo hubo una cosa que nos preocupaba: el saber que existía la posibilidad de que murieras antes del nacimiento o que ello sucediera al momento de nacer. Nuestra preocupación era que recibieras el Sacramento del Bautismo, porque así como lo hicimos con Valeria, queríamos que formaras parte de la Iglesia de Cristo. Desde entonces pedimos a la Santísima Madre, la Virgen de la Buena Esperanza, su intercesión ante su Hijo, para que nos concediera la gracia de poder tenerte con vida al momento de nacer y poder bautizarte inmediatamente. Estamos llenos de esperanzas al saber que serás parte del “equipo” de Jesús, y mejor aún que jugarás en el equipo “titular”.
Con tu papi, queríamos que tuvieras un nombre por el cual todos te puedan llamar y que cuando recen por ti, sepan por quién pedir. Es por eso que decidimos llamarte Marcelo Andrés. Tu papi había leído la biografía de Marcelo Javier Morsella, un joven seminarista argentino del Instituto del Verbo Encarnado, que falleció mientras cursaba el Seminario y cuya vida fue un ejemplo de caridad y de amor por Jesús y la Virgen. Eso es lo que nosotros deseamos de Valeria, de ti, y de todos los hijos que el Señor nos entregue; por eso te pusimos Marcelo. Andrés te nombramos por el Apóstol San Andrés; quien fue el primer discípulo que llamó Jesús. Es nuestra ilusión que si es la voluntad de Dios, alguno(s) de nuestros hijos sea llamado a la vida religiosa. Sentimos que eres tú el primero de nosotros que has sido llamado por Nuestro Padre a la santidad y a la vida eterna.
En los siguientes meses hemos seguido con nuestras citas con el ginecólogo, dándote la misma atención que tuvimos con Valeria. Ha habido momentos difíciles, de mucha pena y dolor, pero siempre nos hemos refugiado en Cristo, buscándolo en la Eucaristía, buscando no sólo consuelo, sino también fortaleza para seguir con esta prueba; pidiendo siempre la intercesión de Nuestra Madre. Todos los meses muy feliz he ido a consagrarte a Jesús por María Santísima, a través de la Virgen de la Buena Esperanza, quién como Ella, junto a José puede comprender nuestro dolor, ya que ellos vivieron la dolorosa previsión de la pasión de su Hijo.
Poder explicar lo que sentimos como padres tuyos es difícil. Es una mezcla de sentimientos, pero sobresale siempre el amor a Dios. Humanamente no habría palabras para entenderlo, pero todo está en los misteriosos planes de Dios, al que no se le escapa ni siquiera la caída de uno solo de nuestros cabellos. Por algún motivo que nosotros no entendemos, Dios te ha elegido, Marcelo Andrés, para llevarte rápidamente a gozar en el cielo junto a Él y sus ángeles, sin necesidad de que pases por las tribulaciones del mundo. Recuerdo que Marcelo Javier Morsella decía a Jesús: “Sé que encontrarte es mi camino…..” y el Señor te ha enviado para que nos ayudes a seguir ese camino, que seamos constantes en esa búsqueda, aunque las pruebas sean difíciles, seguros de que en esos momentos Él no nos olvida.
Ahora estamos a sólo 8 días de conocerte. A pesar de los dolores físicos, las molestias propias de un embarazo; el saber que te tengo conmigo, que vives cada día, hace que el dolor y las molestias no sean nada comparadas con el amor que ambos nos hemos entregado día a día. Con mucha alegría escogimos el 21 de noviembre para tu nacimiento (por cesárea), día que se celebra la Presentación de la Virgen María.
Es verdad que el dolor es más intenso en estos días, que los miedos y las angustias se hacen más fuertes. Sin embargo, vivimos también con la esperanza de conocerte, de saber que vamos a compartir contigo, que Valeria te conocerá, y con la esperanza de que Jesús obre un milagro. Nosotros en ningún momento hemos ocultado tu existencia, hemos conversado abiertamente con todos nuestros amigos y familiares, y es nuestro deseo, que tu testimonio de vida sea conocido por mucha gente para que sepan todos, que con amor y con mucha fe existen otros caminos mejores que abortar. Si en alguna parte del mundo alguien conoce tu historia, y sirve para salvar a un niño de ser abortado, entonces, se habrá obrado el milagro que hemos pedido.
Te amamos,
Mamá, Papá y Valeria.
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Carta de Carola, después que nació su bebé anencefálico
Muchas gracias por la oportunidad de que el testimonio de nuestro hijo Marcelo Andrés pueda ayudar a otras familias que pasen por esta experiencia, que si bien es dura y triste ante la pérdida del hijo, está llena de felicidad y gozo, al saber que pudimos ser instrumento de Dios para tener un ángel en el cielo.Nuestro Marcelo Andrés nació el 21 de noviembre del 2006 a las 10:13 am. Gracias al amor que Dios nos tiene nos regaló 60 horas para disfrutarlo y amarlo. Falleció el jueves 23 a las 10:22 pm, momentos después que terminó la Misa que se celebraba en la capilla de la clínica en su nombre.No puedo explicar la paz y fortaleza que sentimos en este momento, aunque no puedo dejar de lado la tristeza de no tenerlo, ya que lo extraño mucho. Pero lo mejor de todo es que aunque según el médico él no podía ver ni escuchar, tendré siempre el recuerdo de mi hijo; cada vez que le hablaba sonreía, aunque nos dijeron que eran sólo reflejos. Y cuando no podía respirar bien, con unas palabras de cariño se tranquilizaba. Sabiendo que tenemos 2 hijos y que celebraremos esta fecha tan especial con Marcelo Andrés desde el cielo, esta Navidad será alegre.Un abrazoCarola García de Capelo
Este testimonio fue publicado en la Revista Vive, del Ecuador, en noviembre del 2006 y se reproduce con la autorización de la directora, Sonia Ma.Crespo de Illingworth. Para conocer el testimonio completo de esta familia, viste:
http://www.vidahumana.org/vidafam/aborto/Marcelo-Andres.html. También invitamos al lector a visitar nuestra sección “Madres heroínas” en:
http://www.vidahumana.org/vidafam/aborto/heroinas_index.html.